«Sensaciones antes de interpretar «Ay Amor» como Yo Me Llamo Myriam Hernández, por Andrea Octavia
Si supieras lo que realmente pienso de ti, entonces no me dirías eso», me dijo alguna vez alguien. Entonces entendí que, a veces, logramos que nuestros miedos tomen voz y forma, por lo que creemos saber lo que otros piensan de nosotros, sugestionados por nuestra autocrítica.
Como de costumbre, la noche anterior no había podido dormir bien, pensando en la presentación. En la mañana no pude desayunar, apenas me entró el café. Ni siquiera yo sabía qué esperar de mí en el siguiente show. Era como si toda esa seguridad que antes había tenido en los modestos escenarios que había pisado, simplemente se empezaba a quebrar.
De pronto ya no era la joven con espíritu vencedor que estaba lista para lanzarse al estrellato y que a inicios del 2024 había decidido impulsar su carrera musical como solista, como Andrea Octavia.
Había vuelto la niña de diez años, en la ceremonia de graduación de la primaria, que se autosaboteó para no presentarse a su recitación, y que terminó con vómito y mareos pese a que había invertido horas de ensayo en su poema. La misma niña que en el colegio le rogó a la profesora para no rendir su oratoria en el auditorio porque se moría de miedo, aunque llevaba semanas preparándose con tanto entusiasmo.
La inseguridad se devoraba hasta la ilusión. Hace años que no lo vivía así. No imaginaba que ahora, en la adultez, mientras tocaba mis sueños con las yemas de mis dedos, iba a sentirme así nuevamente: indefensa, frágil, temerosa, insegura.

Durante los ensayos con los profesores de canto de Yo Me Llamo, tuve varias correcciones a nivel vocal, y me enfrasqué en la técnica vocal que debía implementar en “Ay amor”, una canción complicada de la grandiosa Myriam Hernández. No es fácil imitar una voz que canta con un método que no es el tuyo. Y era la primera vez que me disponía a tratar de conseguir el color de la voz de Myriam Hernández lo más parecido posible.
En algún momento creo que lo comenté. Esta Myriam nació en Teleamazonas, porque nunca antes la había imitado, pero de eso conversaré en otra oportunidad.
Francamente pensé que haber crecido con las canciones de la baladista de América me iba a dar, por default, la virtud de poder replicar sus movimientos. No supuse muy bien.

Para la caracterización de la Primera Gala de Yo Me Llamo Myriam Hernández
Se decidió un estilo formal, con pantalón y chaqueta negra, el cabello planchado como Myriam y un maquillaje que me acercara a ella. Empecé a conocer más al equipo de producción y a admirar el grandioso trabajo que hacían.
No sé en qué momento inició el malestar, simplemente me sentía muy ansiosa. El corazón se me salía del pecho, ¡debía controlarlo! Durante el ensayo previo y prueba de sonido, ya en escenario, los maestros me hicieron varias correcciones que me desestabilizaron aún más. Habremos, tal vez repasado la canción unas tres veces, y no veía una real aprobación en el rostro del profesor Ovidio, quien, con gran amabilidad y bastante optimismo, me dirigía sabiamente.
¿Por qué he de buscar aceptación? ¿Por qué no he de poder fijarme sólo en mí? Darle atención a lo que otros piensen, hacía que perdiera aún más la concentración. Claro que el objetivo es que los maestros se sientan satisfechos con mi trabajo, ya que es el reflejo de lo que opinará el jurado y el público, pero qué tal si simplemente me pierdo en la música y me escapo de mis pensamientos vagos…
Me sentí frustrada.

“Yo Me Llamo Myriam Hernández”, inicié.
Todo lo que recuerdo es una cortina nublada alrededor de mí. Las grabaciones constatan que tengo los ojos abiertos, pero yo estoy viendo sin ver. Ni siquiera sé cómo me estoy moviendo, apenas y estoy tratando de no desafinar, de llegar a las notas y de colocar la voz de la forma correcta para que suene lo más parecido a Myriam.
Las críticas del jurado fueron aceptables, pero no favorables en la medida que hubiese deseado.
Estar en tv te expone tanto que es como acostarte con los brazos abiertos en una tabla de picar. Un comentario negativo es un corte que pone en duda tu talento ante el público y tu propia confianza hacia ti mismo. Y hasta entonces, yo tenía el defecto de desangrarme más que el resto por mínima que sea la incisión.
Las dudas a flor de piel, me hicieron revelar en público que estaba nerviosa. Y seguramente mi estado sí se notaba, pero decirlo fue un error. Sentí que me coloqué un letrero en la frente que decía: “Atención, mujer nerviosa”. Fue como darle luz verde a todo el mundo, participantes y producción, para que me hagan observaciones sobre mi nerviosismo.
Al final respiré. Aprendí. La idea es aprender y mejorar…



